Día de campo en San Cristóbal

16 de junio de 2007

El sábado en la mañana tuve una reunión d trabajo y estuve hasta las 13h. De ahí me fuí a San Cristóbal, una provincia vecina a Sto. Domingo para conocer la finca que tiene César, el gerente una empresa de tecnología con la que trabajamos en conjunto y con el que se pueden compartir otras aficiones alejadas del trabajo, como submarinismo, parapente y en general el campo y la montaña.

Por primera vez pude ver cómo era un mango, y me refiero al árbol. Pero no ví uno, sino cientos, justo los que hay en la finca junto a otras especies de frutos tropicales.

Danilo y los demás no podían dejar de sorprenderse cuando les contaba que era la primera vez que veía un mango, y más aún cuando les confesé que nunca había comido mango. No lo podía creer. En ese momento Danilo, de un ágil salto se encaramó en uno de las "matas" y empezó a tirarnos mangos enormes y maduros. Aquello estaba exquisito....mmm.

Lo pasé genial, y no porque hiciera alguna actividad entretenida precisamente, sino justo lo contrario. Estuve sentado bajo la sombra de un árbol tooooda la tarde, en compañía de la familia de Danilo, el señor que cuida la finca de César.

Por fin he podido tener contacto con la gente del campo de este país. Son sencillamente encantadoras. Creo que no podría describir en estas líneas el corazón tan grande que tienen y lo felices que son con tan poco. Por no tener, no tenían ni luz.... lo niños por allí corriendo descalzos, entre gallinas, gallos, patos, pavos reales, gansos, perros, gatos, caballos...ufff y no exagero. Había un ganso que se llamaba "Tego", y parecía un perro; cuando lo llamaba César venía a sus pies....jajaja.

Por supuesto, la comida no nos faltó, desde jugo de mango, como no, arroz con judías o la reconfortante avena que nos ofreció a la hora de la cena.

Por desgracia no llevaba la cámara. Se supone que fuí a una reunión de trabajo que terminó en lo que terminó, pero voy a repetir muchiíiisimas veces, así que prometo fotos.

A eso de las 22h, volvimos a subir a la finca de César, que está en lo alto de una montañita. Bueno eso era antes, porque como decía Danilo y los suyos, antes era una montaña, ahora es una finca. Desde allí pudimos contemplar, a lo lejos, la inmensidad de la gran ciudad, todo un horizonte iluminado por luces artificiales, justo lo contrario del lugar donde nos encontrábamos, una enorme mancha negra de la maleza de los árboles en la noche iluminados sólo por la luz de miles de luciérnagas y estrellas.

A la vuelta, y antes de llegar de nuevo a la casa del pueblo, paramos en casa de una amiga de Riki, una de las hijas de Danilo. Allí estaban celebrando un cumpleaños, y estaban cocinando con leña entre unas piedras "Domplin", unas exquisitas masas de harina trigo sazonadas (http://www.diarionoticia.com/cultura/cocinacocola/dumplin.htm)

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